Cada vez que estamos detrás de un perfil cibernético, que muestra lo que queremos que la gente vea y no vea de nosotras y nosotros mismos, al parecer adquirimos permisos de manera inmediata, podemos escabullirnos y escribir lo que no nos atrevemos a decir frente a otro ser humano. Algo malévolo tienen éstas cosas incomprensibles, que han cambiado la era de la comunicación y que llamamos “redes sociales”, que también hacen que dejemos de lado el hecho de que somos personas, seres que piensan y sienten.
Hemos estado (como siempre con cualquier acontecimiento que ocurre en el país) bombardeados de muchísima información con respecto a la III Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (“comunidad”, qué curiosa palabra). Bonita ocasión para pretender una América unida, como quiso Bolívar; para concentrar en un espacio a las y los presidentes de todos esos países maravillosos; para que, pues, esos mismos presidentes conversen, lleguen a acuerdos, se movilicen juntos, busquen soluciones, se UNAN. Pero… siempre hay peros. Qué tristeza que más bien se convierta en un acontecimiento que facilite que información, que nos bombardea cotidianamente, promulgue nuevamente el odio que la gente tiene muy dentro de sus mentes y corazones, y que siempre están esperando dejar salir por medio de sus teclados. En ese espacio malévolo se redescubre la xenofobia, los prejuicios, la ignorancia, la ceguera, lo absurdo. Por eso precisamente resulta un bombardeo, porque algo siempre tiene que explotar…
El día de hoy, contrario a ser un día para reflexionar sobre las cosas buenas y malas de nuestro país, sobre las similitudes que tenemos con otros países, sobre el camino por el que recorremos en Costa Rica, sobre el camino que nos falta por recorrer; y también para aprender de lo malo y lo bueno de los demás países de la CELAC, terminó siendo un día con noticias más amarillistas que nunca y con opiniones y comentarios en redes sociales más indignantes aún. Leer comentarios como éstos: “puto indio”, “vichos analfavetas”[sic] y “cocalero”, refiriéndose a Evo Morales con respecto a una noticia sobre la charla que dio en la Universidad de Costa Rica, no voy a mentir, me llena también de ese mismo odio que promulgan las redes. Pero más que todo de tristeza, de tristeza al ver que un ser humano se refiera de esa manera respecto a otro; al darme cuenta de la venda que han logrado poner sobre nuestros ojos que nos impide realmente ver lo que somos, que ha logrado hacernos creer que vivimos en un país sin injusticias, que nos impide visibilizar a nuestros mismos hermanos y hermanas indígenas (esos “putos indios”), y además, logró hacernos sentir como dueños y dueñas del mundo detrás de una pantalla.
La vida no es tan simple. La existencia está aún más lejos de serlo. No podemos simplemente criticar detrás de una pantalla sin herir susceptibilidades, no podemos tampoco dar por sentado que lo que los medios de (des)información nos muestran es la realidad, no podemos dejar pasar la vida sin reflexionar sobre lo que somos y sobre lo que nos hemos convertido, como personas y como país. O sí se puede, pero precisamente por eso es que estamos tan enredados dentro de esos mundos ficticios que las pantallas encierran.
“Las redes sociales son literalmente redes… No nos dejemos enredar”*
*Frase de un familiar y amigo, Stanley Grant.
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