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domingo, 13 de abril de 2014

Re-significando el espacio público

Escrito por David A., Andrés J. y Adrián V.

¿Cuántos espacios en la ciudad nos generan un sentimiento de inseguridad? ¿Cuántos lugares preferimos evitar o nos generan el deseo de estar poco tiempo en la ciudad? ¿Cuánto es influenciado por sus condiciones contextuales (falta de iluminación, suciedad)? En la ciudad existen muchos espacios que nos generan estos sentimientos, los cuales se pueden considerar como espacios residuales, ya que evitamos lo más que podemos estar en ellos… vivenciarlos. Pero con pequeños cambios, la situación se pueda revertir.



Un techo pequeño, algunos asientos para esperar el bus y un poste de luz del otro lado de la calle, que no es lo suficientemente potente como para iluminar a las personas que esperan el bus, provocan a partir de ciertas horas de la noche un espacio oscuro, y debido a la frecuencia del bus, no siempre utilizado. A menos de cincuenta metros, cruzando un puente peatonal, hay dos paradas de bus que poseen un poste de luz entre ellas.

La primer parada se percibe más “insegura”, no porque la segunda sea visitada y controlada frecuentemente por oficiales de policía, sino porque en la primera se percibe mayor cantidad de “posibilidades de inseguridad” debido a la oscuridad y soledad del espacio. No hay prueba de que el espacio sea realmente inseguro, sin embargo, existe mayor percepción de inseguridad. Por tanto, la acción no debe estar dirigida a corregir la supuesta inseguridad (con mayor cantidad de policías, algo que es erróneo y puede traer más bien efectos contraproducentes), sino debe de concentrarse en la percepción de inseguridad que existe (la oscuridad de la parada).

Tenemos como supuesto que una percepción de inseguridad propicia en un futuro una ‘inseguridad real’. De manera inversa, si la percepción es de seguridad puede propiciar en un futuro una ‘seguridad real’. Trabajar con la percepción exige menor inversión de recursos y la posibilidad de tratar espacios específicos con intervenciones auto-organizadas, que propician una apropiación de la ciudad por parte de las personas que la viven y la habitan.

Además de esto, se puede dar otro caso, mientras las personas esperan un bus muchas veces consumen algún alimento empaquetado, una bebida o de alguna forma tienen algo que es considerado desecho. Las condiciones de las paradas de bus no ayudan a suplantar esta necesidad, en parte porque sus diseños son estándares y no existen basureros cercanos (o los que hay se encuentran en pésimo estado). Todo esto lleva a que las personas tiren la basura al suelo (por más que se han hecho campañas, los resultados de que las personas depositen la basura en un basurero no son del 100%), generando así un ambiente desagradable y con esto una percepción negativa hacia este espacio, de esta forma, se puede ver la parada de bus como un espacio indeseado, un espacio residual.


De esta forma, hemos intentado brindar un panorama distinto a estas dos realidades presentadas, teniendo como escenario la zona de La Sabana, el día viernes 11 de abril de 2014. Lo realizado se presenta a continuación:

Para el primer caso presentado, se procedió a iluminar la parada de bus tomando material de reciclaje de base (envases de vidrio) y candelas. Para esto no se ocupa gran presupuesto, genera una sensación distinta hacia el espacio y presenta una diversidad a la supuesta ‘monotonía’ de la ciudad. Hace alusión a un pasado vernáculo, donde la luz en las casas se realizaba por medio de candelas, lo cual eran muchas veces espacios para la tertulia, para el compartir.

Y para el segundo caso presentado, la iniciativa consistió en realizar a partir de material reciclado (cartón y envases de plástico) un basurero, pero no uno convencional, sino que se le dio el concepto de generar un objeto que estuviera fuera de lo que estamos acostumbrados a observar, incentivando una forma entretenida en la acción de depositar la basura en un basurero. Para esto se realizó un basurero recreando la idea de una cancha de basquet.  

Tenemos que darnos cuenta que todos y todas podemos hacer ciudad, esto no es una tarea que es sólo para las autoridades como propiedad absoluta, dada por un poder divino. Si cambiamos esta mentalidad y vemos esas pequeñas cosas que hacen la diferencia, todo podría cambiar. La participación activa hace la diferencia entre seguir viendo siempre lo que nos disgusta o contribuir en su cambio.

Las intervenciones fueron concebidas y realizadas por David A., Andrés J. y Adrián V. con la ayuda  en la puesta en marcha por Priscilla C.

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