Escrito por David Araya D.
Las elecciones son una mentira. Aunque todas las personas se
informaran sobre los partidos políticos; aunque la financiación que recibieran éstos para
sus campañas fuera equitativa; aunque los medios de comunicación masiva actuaran de
forma neutral con respecto a la información que muestran y el abstencionismo no
existiera: las elecciones seguirían
siendo una mentira.
Nos han dicho y convencido que ELECCIONES equivale a DEMOCRACIA, nos asustan diciendo que todo lo que no
sea ELECCIONES no es
DEMOCRACIA y por lo tanto todo lo
que no
es ELECCIONES equivale
a TOTALITARIO. Sin embargo
en una definición amplia de democracia no se debe hablar de elecciones ya que DEMOCRACIA no necesariamente es ELECCIONES (http://conceptodefinicion.com/democracia/ o http://es.wikipedia.org/wiki/Democracia).
A los que les conviene que tengamos una visión reduccionista de la democracia
no les gusta que pensemos en formas diferentes de vivir en sociedad, quieren
que sigamos votando, porque asistir a las elecciones significa relegar el
derecho y deber de gobernar y esto siempre le convendrá más a unos y no a
todos.
Lo anterior se intensifica con el hecho de que quien gobierna obtiene su
legitimidad gracias a que una supuesta mayoría de personas lo elige. Esto, en sí
mismo, es excluyente, y en lo que nos han hecho creer la exclusión es un valor contrario a la democracia. Ahora, bajando de lo ideal a lo real la exclusión
aumenta, por ejemplo:
En las elecciones
nacionales de Costa Rica del año 2010, Laura Chinchilla recibió 896 516 votos,
lo cual representó un 46.9% de los 1
911 333 votos válidos, sin embargo
esta misma cifra de votos que recibió la actual presidente representan sólo un 31.8% de los 2 822 491 electores inscritos. ¿De donde viene la legitimidad de un gobierno si
toma el poder con el apoyo de poco menos de un tercio de los ciudadanos en
capacidad de votar? En otros términos, 69.2%
de los electores inscritos no votó por Chinchilla y sin embargo se hizo llamar presidenta de Costa Rica durante los
últimos 4 años. (Más datos de resultados electorales en http://www.electionresources.org/cr/index_es.html)
El abstencionismo
Ahora, si sumamos votos nulos, votos en blanco y abstencionismo tenemos
911 158 votos (un 32.3% de los electores
inscritos) que decidieron no apoyar a ninguna de las opciones políticas
existentes en las elecciones. Este porcentaje supera al 31.8% de Laura
Chinchilla pero el sistema democrático
actual no contempla a este 32.3% como una opción válida, nos dicen que simplemente se abstienen de participar en la elección
democrática y por lo tanto no deben tener poder de decisión. La bandera
de ell@s no está en la asamblea legislativa y nunca llegará a la casa
presidencial, 911 mil personas existen como ciudadanos costarricenses y tienen
una opinión, pero no cuentan para el sistema
democrático en que vivimos.
En este contexto descrito los
medios de comunicación y los analistas han asumido al abstencionismo como algo
que se debe de eliminar y como un problema a erradicar. Pero si los votos nulos
y en blanco nos dicen que legitiman el sistema
democrático actual sin apoyar a ninguno de los partidos políticos, los
abstencionistas van más allá y gritan,
sin que se les quiera escuchar, que no legitiman ni a los partidos ni al sistema
democrático tal como funciona hoy.
El grupo de abstencionistas que realiza la crítica mencionada en el
párrafo anterior es el que no vota por motivos
políticos, en otras palabras, el que al no votar toma una
posición política contra el sistema
democrático actual. Además de este motivo existe un porcentaje del
abstencionismo que no vota por motivos técnicos (no logra ir a votar por
razones que están fuera de su alcance) o por desinterés político. Se suele
creer que el principal motivo de abstención es el desinterés, lo cual es falso.
En un estudio publicado por el Tribunal Supremo de Elecciones en el 2005 (http://www.tse.go.cr/pdf/varios/abstencionismo.pdf) se muestra que en las elecciones del 2002
un 62% de los abstencionistas no
votaron por motivos políticos, un 30.3% por desinterés político y un 39.6%
por motivos técnicos, la razón
por la que estos porcentajes al sumarse superan el 100% es porque en la
encuesta se permitía a las personas dar más de una respuesta, lo cual indica,
por ejemplo, que del 39.6% de personas que no podían asistir a votar existe un
porcentaje que al mismo tiempo aunque pudiera votar no lo harían, debido a
desinterés político o por motivos políticos. Esta tendencia es muy semejante a
lo sucedido en las elecciones de 1998 (El estudio solo muestra datos de las
elecciones de 1998 y del 2002).
¿Votar o no votar?
En un sistema democrático excluyente, que en su misma estructura
contradice los valores que en primera instancia lo deberían definir, una
crítica directa a la legitimidad de este sistema adquiere gran valor, por lo
tanto, NO VOTAR no es una conducta
que se deba eliminar, criticar o curar, es una opción válida que debería ser
escuchada para abordar el problema estructural que el sistema trae consigo de
forma seria. Y si sumamos el hecho de que el significado que nos han hecho creer que tienen las elecciones es una mentira, para
mantenernos relativamente pasivos durante 4 años, sin muchos medios de
participación y con la conciencia tranquila porque ejercimos nuestro derecho a votar, NO VOTAR por motivos políticos, de forma informada y conscientes de
que la participación se construye día a día y no cada 4 años, se vuelve una opción bastante respetable.
Para tomar la decisión de participar en las elecciones se debería considerar que al votar
legitimamos la acción colectiva de relegar nuestro derecho a gobernar a otros
que, aunque fueran ángeles caídos del cielo, por razones propias de la misma
estructura del sistema siempre beneficiaran a algunos sectores de la población
y otros sectores serán relegados. El sistema democrático actual es excluyente
desde su nacimiento. Tomando en cuenta esto, el voto viene a ser solo una
herramienta más que se debería usar por motivos estratégicos, conscientes de
que el significado que nos han hecho creer que tiene es una farsa.
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