Páginas

sábado, 8 de febrero de 2014

Consenso Social

Escrito por David A. D.

1.. 2…. 3….. 4…….. 5 días iguales, en el mejor de los casos los dos días restantes serán de “descanso”, para hacer lo que se quiera hacer. Sin embargo, el “descanso” tiende a ser igual cada semana. Y así 1… 2….. 3……. 4 semanas iguales al mes. Pero resulta que el “descanso” cuesta dinero y la mayoría de las personas adquiere ese dinero de un patrón (o del patrón de sus padres) que les paga cierta cifra en una fecha específica cada mes a cambio de su trabajo. Y así 1.. 2… 3…. 4….. 5……. 6……. 7…….. 8……… 9……….. 10……….. 11…………. 12 meses iguales al año. Pero por supuesto, nadie puede estar de acuerdo en vivir todo el año repitiendo exactamente lo mismo siempre, entonces idearon la solución y le llamaron ¡Vacaciones! (El periodo de “descanso” a escala anual) Y así 1.. 2… 3…. 4….. 5……. 6……. 7…….. 8……… 9……….. 10……….. etc………… de años iguales en la vida. Enfrentándose entonces a la realidad de que nadie aceptaría, en su uso completo de razón, una vida condenada a la absurda repetición, le dieron al “descanso” un motivo irracional, que despertara los sentidos. La fiesta, el baile, la misa, el chisme, el fútbol y por último, no por eso menos importante, las bebidas alcohólicas. Estas son las herramientas que todos utilizamos para recargar baterías y volver, un poco desahogados, a la constante e infinita rutina.

No por lo anterior se pretende desvalorizar las herramientas citadas y mucho menos a las bebidas alcohólicas. La cerveza, el guaro, el vino o el que se prefiera y la cultura que los rodea son el pilar central de rituales sociales antiquísimos de un valor inmenso. Solo transportémonos a una calle de la capital rodeada de bares a la media noche; ambientes diversos, personas diversas, clases sociales diversas, mujeres, hombres, rituales de atracción sexual necesarios para un posterior apareamiento, luces, sombras, la muchacha más hermosa bailando, un muchacho solo en la pista de baile caminando de lado con el ritmo de la música, un concierto para camisas negras, el sudor, las palabras, los cuerpos desconocidos, las caras desconocidas, las miradas, un automóvil a pocos centímetros de chocar con tu cuerpo seguido de un pito y algunos insultos, el olor a humo de tabaco y otras hierbas secas, la incertidumbre de no saber en dónde se estará dentro de dos horas, los sentimientos de insignificancia y de compañía mezclados al verse inmerso en el pandemónium social, la botella fría al mejor estilo de un anuncio de la cervecería en la mano poco a poco acercándose a los labios deseosos. No, esto no es el problema.


El problema es que permitimos que los rituales con valor social, emocional y sensorial se redujeran a su mínima expresión. Agotados por la rutina se refugian en un día a la semana (o a lo mejor dos), reprimidos por el prejuicio moral los llevamos a limitarse solo a ciertos lugares de la ciudad y a ocultarse en la oscuridad de la noche. Mientras que durante el 1.. 2…. 3…. de la rutina diaria reprimimos estos rituales para llevarlos a un nivel socialmente aceptable y aguardamos impacientes nuevamente el ritual que bajo el consenso de todos permitimos que se volviera también rutina, enmarcada y controlada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario