Y ahí estaba, sentado en un café tomando y leyendo unas cuantas letras. La noche empezaba a abrazarme. La Luna tímidamente empezaba a hacerse visible, como diciéndonos que la esperanza existe; como recordándonos lo necesario que es llenarnos y vaciarnos constantemente. Mis pensamientos daban tumbos, no se quedaban quietos, me perdía pensando en las ciudades y con esto me olvidaba de lo simple de la Vida. Pero la Vida es astuta, nos sorprende hasta sin quererlo y nos recuerda nuestras naturalezas, nos hace volver a creer.
La voz de una niña llegó a mis oídos, me hizo olvidar todo y creer en lo simple que es la Vida, esa simpleza que es la cosa más grande de la existencia. Tomaza era su nombre, lo supe luego entre risas y saltos. Ella cargaba con toda la energía, ella no quería quedarse quieta, quería vivir, ser, disfrutar. Ella me recordó esa luz que tenemos todos; esa magia que no se deja vencer por las circunstancias de nuestras vidas; esa sinceridad que existe y esa destreza de mirar lo esencial, porque como nos decía El Principito "...lo esencial es invisible a los ojos...". A veces tenemos todo frente a nuestros ojos y, simplemente, no lo podemos mirar. Pero los niños, con sus sensibilidades, lo miran, y abrazan eso que ven.
"...dar es dar, y no decirle a nadie si quedarse o escapar...
...dar es dar, es solamente mi manera de andar.
Dar es dar, y lo que recibo de vos es también libertad..."
Ella me hizo recordar cuando era niño. Me sorprendió todo lo que vino a mi mente. Agradezco cada momento, cada cosa, ya que todo eso me han hecho creer en la Vida, desde los primeros momentos de vida hasta el día de hoy. No hay momentos de oscuridad que logren cegar la Luz de la Vida.
La parte graciosa de la historia es cuando ella se percató de mi presencia, me señaló con su dedo índice mientras apoyaba sus codos en la mesa, luego miró a su papá y le preguntó: ¿Es Fito Paez? No pude más que reír, esa risa que nos sale del corazón, aún recuerdo su mirada y sus gestos.
Ella me seguía mirando como tratando de descifrar su incógnita. No soy Fito (gran alago me hizo la niña) pero por esos instantes quise y fui Fito ante sus ojos. Luego siguió conversando con su papá y tomando su batido de sandía.
Cuando se iba y de manera casi natural, se acercó y me dio su mano.
"...vos me haces feliz, sabes amar y jugar...
hay que subirse a un caballo con alas
y creer fuerte con el corazón..."
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