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jueves, 30 de abril de 2015

Con los ojos de la niñez

Por Andrés Jiménez C.

Sentada en el pasto estaba aquella niña de pelo colocho. Estaba mirando las nubes pasar. Quizás, se encontraba dibujando formas entre aquel material blanco y fondo azul; quizás recordando sus sueños; quizás viviendo la realidad.

Ver su sonrisa cautivaba. Su mirada nos develaba la vida. Ella nos recuerda la existencia.

De uno a otro espacio tuvimos una conversación. Tal vez fue una conversación de un solo día o tal vez de algunos meses, eso solo el tiempo lo sabrá, o aquellos y aquellas que ya no saben qué es el tiempo.

Sus frases fueron más que sabiduría. Creo que nunca fueron palabras. Creo no saber nada.

9.00 am (5 de junio): Miró las imágenes de un titular de un periódico de gran circulación
en Costa Rica: aquella escena era de guerra. 

-No entiendo por qué los seres humanos pelean entre sí,
si yo veo amor y sonrisas en todos.


9.25 am (1 de julio): Una persona pasó frente a la casa.

-Esa mujer es hermosa ¿no lo ves? mira esa magia en su mirada, es sencilla.
Su sonrisa tiene chispas ¿es que no lo puedes ver?
Mira, mira, dile algo, no te quedes callado;
aprovecha que estás aquí: en la vida. 
¿Qué tienes en los ojos que no te dejan ver la belleza
de quienes están al frente tuyo?


9.55 am (2 de julio): Nos sentamos bajo un árbol, la mañana era soleada.

- ¿Será que miramos las cosas de la misma manera?
- No sé, le respondí.
- Yo veo cosas, no nombres. 
Es curioso, cuando miramos algo le ponemos una palabra, 
pareciera como si miráramos a través de la palabra
¿Eso se puede?


11.13 am (26 de julio): Una hoja cayó desde aquél árbol.

Ella: sonrió.

1.00 pm (30 de julio): Una voz dentro de la casa mencionó la pobreza.

Me miró fijamente, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Suspiró. Dirigió su mirada a las montañas.
- ¿No es ilógico?
Asentí con la cabeza.
- Quisiera poder gritarle a la gente que compartan, que no se dejen las cosas,
que ya no piensen en tener más ¿de qué les sirve?
Compartir genera sonrisas y felicidad:
como cuando comparto mi merienda con mis amigas.


Se acercaba la hora de irnos. Tal vez ella nunca se fue, si no que fui yo quien me marché en busca de las palabras que se lleva el viento. La última vez que nos miramos, hasta el momento, fue una noche, cuando las estrellas nos recordaban que existe la luz en la oscuridad.

6.10 pm (3 de agosto): De pie en la habitación.

Bailamos.

1 comentario:

  1. Andrés, el hombre, ese animal con palabras, le pone nombre a todo, como una manera de apropiación, de lo que ve y de lo que se encuentra, en el camino de la vida. Al apropiarse de las cosas, se apega cada día más y más, haciendo más difícil el DESAPEGO, que es el requisito, que pide la LIBERTAD. Somos esclavos de nuestros encuentros, somos esclavos de todo aquello que conquistamos. Luiger.

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