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sábado, 18 de abril de 2015

Juguemos

Por David A. D.

Hoy jugué a ser hombre, poco me interesó mi rol de macho en la especie. Me dejé llorar, bailé y grité un poco.

Antes me enfrentó un gigante, me dijo que me tomara en serio mi trabajo. No fue necesario responder, ya que a los días, después de jugar horas con los libros y las letras, danzamos juntos con alegría festejando los amaneceres de la madera en que vivíamos.


Posteriormente, cuando ella me encontró, le dije con tono serio y decidido:

"Debemos jugar, no daré un paso más si los momentos que vivimos juntos no son un juego para nosotros. Voy a mover mi mano así (...) y lo haré inmerso en el juego, daré saltos así (...) para que el juego impregne todo lo que está en nuestro entorno. No puedo concebirte conmigo sin juego. Se que lo que hacemos hoy cambiará, es posible que algunos juegos terminen para empezar otros, tal vez lo que juguemos sea dejar de estar juntos, a larga distancia, sin tocarnos y sin vernos, pero mientras sea un juego tendrá sentido para mí."

Ella jugó. No moviendo la mano así (...), ni saltando así (...), lo hizo a su modo. Lo que importa es jugar.

Otro día iba yo corriendo por una nube roja sin ningún rumbo, cuando me dijo un amigo que solo si la nube se hacía amarilla íbamos a ser felices. Pregunté qué debía hacer para que la nube cambiara de color. Me dijo que debía caminar serenamente hacia una sola dirección, lo peor era que el camino no la podía decidir yo. Triste por un momento, volví a mi juego para recobrar la motivación que había perdido. La nube fue cambiando de color pero no al amarillo que quería mi amigo.

Si supieran cuanto se puede hacer jugando, todo el conocimiento adquirido, la felicidad vivida y los cambios logrados, me dejarían jugar en paz. Espero que ustedes ahora lo sepan, ¡no se les olvide! Creo que estoy transmitiendo bien mi idea porque este texto también fue un juego, no quisiera que lo leyeran si no lo hacen jugando.

Aveces me dan lástima aquellas personas que no juegan porque no ven todos los beneficios de esta actividad, los cuales supera los límites de la especie humana. Peor aquellas que creen que juegan y no lo hacen porque se les debe explicar que al jugar no somos dueños de nada, que en un juego cuestionamos y cambiamos las reglas cuando la felicidad y el deseo colectivo lo pide. Yo, por mi lado, jugaré. Decidido y a tiempo completo, jugaré.

Juguemos.

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