En este momento transcurren los primeros minutos de la última hora que permaneceré sentado en la silla que me ha sostenido durante interminables instantes. No es que sea terrible mantenerme en esta posición frente a la computadora, tampoco lo calificaría de sublime, simplemente es constante, duradero y rutinario.
Me salva la canción que suena exclusivamente para mí en los audífonos que compré en la avenida central el segundo día que trabajé aquí al darme cuenta que de otra forma sería más constante, más duradero y más rutinario mi estadía en la silla. Ciertamente es cómoda, cuando nadie me ve doy vueltas sobre mi propio eje.
Frente a mí una pared de vidrio que me separa de un pasillo que transcurre al lado de un vacío que cae al primer piso. Separando el pasillo del vacío hay una baranda de vidrio. Que material tan engreído, es el encierro más hipócrita que puedo tener. Casi siento que estoy en un espacio más grande, pero la mínima suciedad o reflejo en la superficie me recuerda que si corro hacia ella no podré traspasarla ileso.
Sin embargo, hay una puerta corrediza, obviamente de vidrio, que se mantiene la mayor parte del tiempo abierta. Me levanto, lentamente me distancio de mi escritorio gris, ¿de que otro color podría ser? Paso la puerta, me detengo en la baranda de vidrio observando el vacío. El guarda camina debajo de mí. Miro hacia arriba, ahí está el techo translucido que aumenta la ilusión de no estar tan encerrado.
Apoyo mis manos en el tubo de frío aluminio, obviamente gris, que se encuentra elegantemente suspendido sobre el vidrio de la baranda. Llevo, con ayuda de mis manos, mis pies al inservible aluminio e inmediatamente me permito flotar en el vacío. Desde unos tres metros sobre el suelo observo el mármol del vestíbulo, enfermizamente similar en su textura y color al aluminio, el vidrio y el escritorio.
Disminuyo mi altura lentamente hasta poner mis pies en el suelo, me despido del recepcionista y salgo de la oficina. Aún es de día. El sol, los adoquines mojados, un señor bailando, decenas de personas caminando de un lado al otro, mi soledad interrumpida por una sonrisa, un "hola" y un "adiós".
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